La depresión es la enfermedad de la tristeza. Si preguntas a una persona que sufre este estado psicológico, “¿cómo te sientes?”, su respuesta es que se ve en un túnel, en un lugar sombrío… un paisaje en el que todo es negro.

El origen de la depresión, lo podemos encontrar en factores internos (depresión endógena) o en factores externos (depresión exógena). Simplificándolo mucho, podríamos decir que en la depresión endógena el origen está en un desorden bioquímico cerebral, mientras que en la depresión exógena, son los acontecimientos, los problemas y las dificultades las que han originado tal depresión. La intensidad o el grado de depresión pueden ser muy diferentes, y
los síntomas de la depresión también son muy variado…, pero la tristeza es la gran protagonista.

No hay que confundir la tristeza puntual, con la tristeza propia de la depresión. La tristeza es una emoción, que como toda emoción nos conecta con lo que estamos viviendo en cada momento. La tristeza nos ayuda a interiorizar, mirar hacia dentro, nos ayuda a superar los cambios, las pérdidas, los duelos… .en definitiva a conocernos mejor y crecer como personas. Este tipo de tristeza es sana y necesaria. Es importante darle tiempo y espacio, vivirla, sentirla…. para finalmente poder soltarla. La tristeza patológica es desmesurada, y puede hacerse insoportable, si se prolonga en el tiempo deja de ser sana, deja de ser útil, y nos lleva a un pozo sin salida. Dependiendo de su intensidad y su origen, es aconsejable buscar ayuda para superar esta tristeza, pero en todo caso, lo que debemos darnos es tiempo. En una sociedad que siempre tiene prisa, la tristeza no tiene cabida y es el tiempo como él dijo anteriormente, el único que realmente puede ayudarnos. Vive los eventos como aprendizajes, supera las crisis de la vida, y recuerda «perderse en el camino, forma parte del camino».

 

Esther López Cuello

 

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